Mientras terminaba de apurar el último trago de la copa de vino que le había servido entendió claramente la razón del regusto más amargo de lo normal; la causa por la que se le nublaban todos los sentidos y la amplia sonrisa de la que, durante siete largos años, había sido su esposa. "Descansa en paz, mi amor." "Hasta nunca."
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viernes, 28 de septiembre de 2018
sábado, 16 de abril de 2016
EL PEQUEÑO ESCLAVO
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Portada del libro |
miércoles, 30 de marzo de 2016
HIJOS DE LA GUERRA
Cuando el sol comenzó a asomarse,
el humo negro y la sangre roja lo envolvían todo alrededor. Los árboles del
lugar, los pocos que aún conseguían mantenerse en pie, habían perdido todo
rastro de follaje a causa de las ondas expansivas de las terribles y continuas explosiones
que se habían sucedido a lo largo de toda la noche.
Después de sonar con estruendo el
último cañonazo, multitud de jóvenes asustados empezaron a correr colina arriba
en dirección a la trinchera enemiga. Soldados aferrados con desesperación a
unos fusiles que casi no sabían manejar. Disparaban sus armas sin parar, con
los ojos cerrados, incapaces con su inexperiencia de mirar de frente a la
muerte que les aguardaba en la cima. Nadie les había enseñado a matar, sólo a
usar un arma de manera básica.
Los escasos enemigos que quedaban
defendiendo las trincheras abandonaron sus posiciones, con la rapidez que le
permitían sus piernas temblorosas, en dirección a las pocas casas que aún
quedaban en pie entre las ruinas de la devastada ciudad, mientras la multitud
que subía la colina no paraba de gritar y disparar.
Los soldados disparaban y mataban.
Mataban y disparaban. Las órdenes eran claras: “Matar”. No estaban allí para
cuestionar nada. Tan sólo para obedecer.
En poco tiempo no quedaba un solo
enemigo en pie. Aparentemente todo había terminado, si bien había algo contra
lo que nunca podrían luchar: los ideales. Ellos podrían masacrar cuantas
ciudades rebeldes se alzaran contra el opresivo poder del gobierno central pero
nunca podrían borrar las ideas de libertad que se habían instaurado, hacía ya
tiempo, entre la población y que se extendían como un reguero.
Esta era una lucha perdida desde un
principio. Los ideales perdurarán en el tiempo pero los hombres no son eternos.
jueves, 10 de diciembre de 2015
EL CICLO DE LA VIDA
Don Miguel, el profesor de ciencias naturales, caminaba sobre la tarima de un lado a otro mientras explicaba la lección. Hoy hablaba sobre las funciones vitales de todos los seres vivos y hoy, como siempre, Lucas estaba absorto dibujando aviones en su libreta cuando el profesor dijo algo que le hizo detenerse de inmediato y alzar la vista hacia el profesor con los ojos abiertos de par en par.
- “Niños, todos los seres vivos… nacen, crecen, se reproducen y, por último, mueren”
Lucas se quedó petrificado y, a sus escasos siete años, se planteó una cuestión que hasta el momento ni tan siquiera se había asomado en su pueril mente. Él no se acordaba de cuando nació, ni siquiera tenía un leve recuerdo de los meses siguientes. Por supuesto, no entraba en sus planes crecer, quería seguir siendo niño durante toda su vida y, muchísimo menos reproducirse. La simple idea de tener que besar a una chica le ponía los pelos de punta. Así fue como llegó a una terrible conclusión… ¿su existencia se limitaba tan sólo a morir?
martes, 15 de septiembre de 2015
DEL AMOR Y LA MUERTE
El día había sido extremadamente duro para ella. La luna observaba la ciudad desde hacía largo rato desde el cielo cuando Ana llegó a casa, al fin, con la pequeña urna que contenían las cenizas de su abuelo. Siempre había estado muy unida a él. En la puerta de su casa estaba Luis, un compañero de trabajo por el que sentía una gran atracción, tal vez amor, que no era correspondido. Es más, independientemente de los típicos saludos de cortesía, al llegar al trabajo, apenas si cruzaba palabras con ella. Él se acercó despacio a ella le dio un cálido abrazo, dos besos y le dijo con esa voz clara que tanto le gustaba: “Lo lamento mucho Ana. Mi más sincero pésame”.
Esa noche no pudo pegar ojo, dándole vueltas en su cabeza al momento que acababa de vivir y a las sensaciones tan maravillosas que había experimentado.
A la mañana siguiente, cuando llegó a su puesto de trabajo todo volvió a la normalidad. Para Luis ella era una compañera de trabajo más.
Ana no sabía qué hacer para volver a sentir el abrazo de Luis. Así, una noche, entre el delirio y la locura, encontró la solución.
A los pocos días, comenzó a asesinar a los miembros de su propia familia. Sólo para sentir el abrazo de Luis y su voz cerca de su oído. Para ella ese breve momento valía más que la vida de cualquier persona, incluidos sus seres más allegados.
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