Percibió algo que puso su cuerpo
y su mente completamente en tensión. Realizó un esfuerzo mayor mientras se
acariciaba la espesa y blanca barba con su mano derecha y pudo captarlo con
mayor fuerza y claridad. No era algo, sino alguien. Y no uno, sino varios. Se
centró más aún en el grupo. Era indudable que viajaban juntos, de eso no había
la menor duda. Deseaba con todas sus fuerzas hablar con ellos. Saber sus
intenciones y su destino final. Pero mostrarse abiertamente podía ocasionarle
problemas ya que desconocía cuales eran sus verdaderas intenciones. Así que
decidió esperar en un segundo plano, en las sombras, hasta descubrir un poco
más sobre ellos.
No quería que su impaciencia le
llevase a cometer errores iguales a los cometidos en el pasado. Pero su
curiosidad y ansias por saber más de ellos se acrecentaban por momentos. Así, intentó
expandir su mente un poco más allá. Ahora podía percibirlos con mayor claridad
aún. Era como si se encontrara entre ellos, justo a su lado. Eran cuatro. El
primero en el que fijó todos sus sentidos era, indudablemente, un guerrero.
Algo que podía suponerse por la armadura completa que portaba con gallardía. Se
veía que era un guerrero experimentado como denotaban algunas abolladuras en la
coraza y las marcas de otros aceros contra ella. Y debía poseer una fuerza
extraordinaria como así se podía deducir por la espada bastarda que colgaba de
su espalda. Un arma que requería de unos brazos fuertes para blandirla. Cerca,
sentadas junto a la hoguera, conversaban dos figuras más delgadas. Dos mujeres,
sin duda. La primera de cabellos cortos y negros. Piel morena y vestimentas
blancas procedía indudablemente de las tierras del otro lado del Mar de Corla,
allí en el sur. Sus muñecas estaban adornadas por una gran cantidad de finos
aros dorados que tintineaban con el movimiento de sus manos de manera
armoniosa. Su interlocutora era de cabellos rubios y largos. Sus orejas
puntiagudas confirmaban que se trataba de una elfa. El arco largo que
descansaba junto a ella y sus ropajes de exploradora confirmaban que debía ser
una excelente tiradora. De pronto, con un rápido movimiento, se llevó el dedo
índice de su mano izquierda junto a sus labios y agarró con premura su arco
mientras observaba con mirada penetrante cuanto las rodeaba. Sin darse cuenta,
había bajado la guardia mientras las estudiaba, desvelando su presencia de
manera imprudente. Por unos momentos contuvo la respiración hasta que la elfa volvió
a soltar el arco y siguió conversando con su compañera.
Un poco más alejado del grupo, en
el límite entre la luz de la hoguera y las tinieblas de la noche que envolvían
al grupo, captó al cuarto miembro. El más misterioso sin lugar a dudas. Estaba
envuelto en una amplia túnica de color carmesí cuya capucha le cubría el rostro
dejando tan solo al descubierto una pequeña barba color gris. Intentó averiguar
algo más sobre él, pero parecía como si un aura mágica lo rodeara y blindara de
cualquier escrutinio no deseado. Le fue imposible averiguar nada más sobre él.
Satisfecho con las
investigaciones que había realizado cortó el enlace mental con el grupo, al
menos por el momento, y volvió al mundo que le rodeaba. Con la mayor celeridad posible
para no olvidar ningún detalle de su encuentro, dio un sorbo al café que
empezaba a enfriarse en la taza y comenzó a golpear las teclas de su vieja
Olivetti color rojo.