martes, 20 de noviembre de 2018

RESEÑA: MULTIAVENTURA #10 - SOY INVISIBLE.

TÍTULO: SOY INVISIBLE.

FICHA TÉCNICA.

Director de la colección: Antonio M. Ferrer Abelló
Director de producción: Vicente Robles
Textos: Pedro Montero
Ilustraciones: Antonio Perera
Diseño: Bravo/Lofish
Maquetación: Carlos González-Amezúa

BREVE RESEÑA.

Tienes en tu poder un extraordinario invento que puede revolucionar el mundo entero: un cinturón que tiene la capacidad de volver invisible a todo aquel que se lo pone.

Pero no eres tú sólo quien conoce las posibilidades del cinturón: determinadas personas van a emplear todos los medios a su alcance para apoderarse de él.

¿Qué apasionantes aventuras os aguardan a ti y a tu amiga Gloria? ¿Lograréis entregar el cinturón a su legítimo dueño, u os será arrebatado por alguno de los espías que corren en su busca? ¿Triunfaréis en la enconada lucha contra el malvado Anton Gesasch?

SOLUCIONARIO.


miércoles, 14 de noviembre de 2018

HISTORIAS A PARTIR DE UNA IMAGEN.

La idea es desarrollar un texto a partir de la siguiente imagen. Si alguien quiere colaborar puede dejar el suyo en los comentarios. La extensión del texto es libre.


Y desplegando sus alas, el joven fénix renacido de sus propias cenizas, alzó el vuelo iluminando con la luz que irradiaba su cuerpo todo cuanto había a su alrededor.

viernes, 9 de noviembre de 2018

ENCUENTRO EN LA POSADA.

Algunas mujeres se contoneaban de un lado a otro de la sala ataviadas con escasas prendas de sedas de los más variopintos colores, tratando de llamar la atención de la veintena  de hombres, de las más variadas profesiones y aspectos, que bebían, reían y jugaban en las mesas de madera que poblaban el lugar. Fuera, la noche era ya cerrada por lo que algunos clientes se habían marchado ya.

Una buena parte del humo de la chimenea que calentaba la sala principal invadía todo el lugar ya que debía tener el tiro obstruido por la acumulación de hollín por lo que el olor a humo, unido al de algún guiso grasiento y el sudor de los parroquianos impregnaba el sitio haciendo la atmósfera irrespirable por momentos. A pesar de todo Walder llevaba bastante tiempo sentado en una de las mesas del fondo. Levantó su jarra de barro vacía en alto llamando la atención del camarero que se apresuró a cambiarla por otra llena previo pago de la tarifa correspondiente. Antes de poder darle un sorbo la puerta de la posada se abrió de par en par dejando entrar una oleada de aire que sirvió para refrescar un poco el ambiente viciado de la sala y cuatro hombres de aspecto rudo entraron y se acodaron en la barra mientras comenzaban a pedir bebidas de manera desordenada.

Walder cruzó la mirada con uno de ellos que apartó la vista de inmediato. Dio un trago a su jarra mientras observaba como el desconocido, al que había creído reconocer a pesar de haberlo visto sólo un instante, le susurraba algo a sus otros tres acompañantes. Ninguno miró hacia atrás pero no hizo falta para saber que el individuo  también le había reconocido y que algo no marchaba bien.

Walder no creía en las casualidades. Nunca lo había hecho. Eso le había salvado el pellejo en más de una ocasión en todos sus años como escudero, mercenario y otros muchísimos trabajos de los más variados. Y era mucha casualidad que el tipo que le había estado siguiendo durante toda la tarde y al que creía haber  dado esquinazo en las callejuelas del Barrio Viejo, apareciera aquí y ahora con tres amigotes de aspecto poco tranquilizador. Los observó detenidamente y, aunque por separado no tendría muchos problemas para librase de ellos, llegó a la conclusión que contra los cuatro era una apuesta perdida antes de jugarla. Quién los había enviado era una cuestión que tendría que aclarar más tarde. Desde luego quienquiera que fuera debía estar muy molesto con él para tomarse tantas molestias.  Luego se encargaría de averiguar quién era esa persona. Ahora había otras prioridades.

Dio otro trago a su jarra mientras calibraba todas las opciones que tenía. Sus armas había tenido que dejarlas en la entrada de la posada. Era un requisito imprescindible para que el matón que había en la puerta te dejara pasar. Al menos ellos tampoco tenían armas a no ser que hubieran pasado alguna a escondidas. La salida estaba en el lado opuesto y tendría que pasar por detrás de los cuatro tipos para llegar a ella y difícilmente le dejarían marcharse como si tal cosa. La duda que tenía era si le atacarían allí mismo o una vez que saliera. Junto a la posada había un callejón oscuro que hacía las veces de urinario de la posada. Seguramente ese sería el lugar al que le arrastrarían para saldar cuentas.

Los cuatro individuos le dirigían miradas furtivas y nerviosas constantemente mientras apuraban sus bebidas. Su envergadura debía tenerlos un poco atemorizados a pesar de superarle en número. Tenía que actuar con rapidez antes de que ellos tomaran la iniciativa. Si algo había aprendido en sus años como soldado en la frontera norte es que es preferible cargar a esperar y recibir una carga.

Puso las dos palmas de las manos sobre la mesa y se levantó de manera  muy lenta, lo suficientemente despacio como para parecer cansado. Trastabilló un par de veces para que pensaran que estaba completamente borracho. Caminó hacia la barra con la mirada perdida. Los cuatro tipos se miraban y se sonreían. Estaban bajando la guardia ante lo que creían que sería un trabajo fácil, rápido y sin ningún problema. Hacían bromas y se reían de manera ruidosa. Walder se acodó junto a ellos y depositó dos monedas sobre la barra.

Se giró hacia ellos y los miró fijamente a los ojos uno a uno, muy despacio. Había llegado el momento de finalizar su actuación. Con una rapidez endiablada cogió uno de los taburetes de madera que se encontraban junto a la barra y, levantándolo sobre su cabeza con las dos manos, lo estampó de manera violenta sobre la cabeza de uno de ellos que se abrió como una sandía madura salpicando toda de barra de sangre mientras se desplomaba sin vida sobre el suelo entre astillas y maderas rotas.

Varias de las prostitutas que estaban en la sala comenzaron a gritar y la mayoría de los parroquianos abandonaron el local de manera precipitada derribando por el camino sillas, mesas y todo lo que había sobre ellas con un gran estruendo de jarras y platos rotos ante la perspectiva de problemas. Walder se movió rápidamente y descargó el puño con todas sus fuerzas sobre la mandíbula de otro de ellos que crujió con un ruido que se escuchó por encima del alboroto que había en la sala. El hombre, con los ojos en blanco, cayó sin conciencia al suelo como un muñeco de trapo. <<Dos menos>>, pensó mientras se daba la vuelta y salía corriendo hacia la puerta de la posada lo más rápido que le permitían sus piernas.

Una vez fuera se escondió junto a la puerta y esperó a que alguno de los dos matones que quedaban en pie hiciera acto de presencia. Si les daba la espalda podrían echársele encima en cualquier momento. Así, en cuanto asomó la cabeza por la puerta el primero de los dos perseguidores que seguían en pie, le encajó un puñetazo en pleno rostro que lo lanzó de nuevo hacía dentro de la posada cayendo de manera pesada sobre su otro compinche que venía pegado a él y haciéndolos rodar a ambos por el suelo.

Se giró sobre sí mismo. Miró en derredor y comprobó, para su alivió, que no había ningún matón en el exterior. Habían sido muy torpes al no dejar a nadie fuera para cortar una posible huida de la presa a por la que habían venido. Un error imperdonable. Sin demorarse más, emprendió la carrera perdiéndose por las callejuelas oscuras al amparo de la noche.

viernes, 28 de septiembre de 2018

HASTA NUNCA.

Mientras terminaba de apurar el último trago de la copa de vino que le había servido entendió claramente la razón del regusto más amargo de lo normal; la causa por la que se le nublaban todos los sentidos y la amplia sonrisa de la que, durante siete largos años, había sido su esposa. "Descansa en paz, mi amor." "Hasta nunca."

lunes, 6 de agosto de 2018

SIETE DÍAS.

Cruzado de brazos frente a frente le dije que no estaba de acuerdo en absoluto. En siete días no era posible que hubiera acabado toda la tarea que tenía por delante y no presentara multitud de fallos y cabos sueltos.

Él me miró de arriba abajo frunciendo el ceño que manera casi amenazante. Yo confiaba en que, atendiendo a su bondad, encajaría las críticas de mejor manera. 

En el preciso momento en que los relámpagos comenzaron a iluminar el firmamento me di cuenta que estaba muy equivocado.

domingo, 29 de abril de 2018

EL ENTIERRO.

Mis amigos, mis familiares y yo avanzábamos llenos de pesar y tristeza detrás del féretro por el camino de tierra que conducía al lugar del entierro. El trayecto a lo largo del cementerio se hizo triste y doloroso. La oscuridad del cielo nublado de la tarde se mezclaba con el blanco del mármol de las lápidas y el gris de la piedra de las tumbas conformando una paleta cromática deprimente que sólo se rompía por el colorido de los ramos de flores.

Cuando vi el ataúd descender hasta el fondo de la oscura y fría fosa donde reposaría hasta el fin de los tiempos, sentí que mi cuerpo se desvanecía pero mi fuerza de voluntad me ayudó a permanecer firme y no caer de bruces dentro del agujero.

Una vez cubierto por la tierra las personas que asistieron al sepelio se retiraron del lugar en pequeños grupos o en solitario. Yo decidí permanecer un rato más en el lugar incapaz de alejarme de allí.

A medida que moría la tarde y las sombras de las cruces se alargaban fue extendiéndose por el suelo del camposanto una densa niebla creando un paisaje fantasmagórico. Algo en mi interior me decía que debía marcharme de allí lo más pronto posible pero mi cuerpo se resistía a alejarse.

Después de contemplar por última vez la lápida de mármol que tenía grabado mi nombre. Me alejé transportado por la suave brisa que comenzaba a soplar lleno de tristeza mientras me desvanecía dejando atrás mi cuerpo sin vida y sin alma.

lunes, 23 de abril de 2018

POR SIEMPRE JUNTOS.

-¡No puedo creer lo que acabas de hacer! -exclamó su amiga Carla con los ojos fuera de las órbitas- ¿Qué has ido allí de verdad?

-Ya te he dicho que sí. Que fui a casa de la vieja a que me leyera el futuro -respondió Marta a su amiga de manera cansina.

-Pero esa vieja es una bruja. Dicen que utiliza artes oscuras para adivinar el porvenir y sacrifica animales para ver el futuro -Carla no podía creer lo que su amiga de toda la vida acababa de hacer.

-Bueno, tampoco es para tanto -Restó importancia a lo ocurrido-. Sólo rajó a una paloma. ¡La ciudad está llena de palomas! Además, tan solo le pregunté con quién pasaría el resto de mi vida.

-¿Y qué fue lo que te dijo?

-La vieja me dijo que pasaría toda la eternidad junto a Gianluigi Bonucci -Respondió Marta mientras se sentaba a los pies de la cama de su amiga.

-Pero... ¿ese quién es? ¿Lo conoces?

-No. No lo conozco de nada. Un italiano -Dijo Marta suspirando mientras se tumbaba en la cama abrazando uno de los cojines que había a su lado-. ¿Te lo puedes creer?

Unas semanas más tarde Carla recibió una llamada que la dejó completamente helada. Su amiga Marta había fallecido en un terrible accidente que había sufrido con su ciclomotor.

Cuando finalizó el entierro de su amiga, entre lágrimas, se fijó en la lápida que estaba situada junto a la de su amiga. La joven se quedó petrificada y un escalofrío le recorrió toda la espalda. La inscripción rezaba: "Aquí descansa en paz Gianluigi Bonucci."



jueves, 5 de abril de 2018

LA NOCHE DEL CAZADOR.

La fuerte tormenta que acababa de azotar la ciudad había producido un corte de luz generalizado sumiendo las calles en una oscuridad que sólo era paliada en parte por la luz de la luna creciente que ahora se abría paso entre las nubes que, después de descargar de forma violenta el agua que portaban, se dispersaban en el cielo nocturno.

La figura esbelta de una mujer caminaba por las solitarias y oscuras calles con paso apresurado cuando, al pasar frente a una callejuela lateral escuchó voces y risotadas que se callaron al verla aparecer. Sin mirar atrás la joven aceleró el paso pero las tres figuras que la habían visto sola salieron detrás de ella silbándole y llamándola. Casi estaban a escasos seis metros de ella cuando, por la esquina, giró un vehículo iluminando toda la calle con sus luces delanteras. La joven miró hacia atrás pero los tres perseguidores se había esfumado por arte de magia.

- ¡Buenas noches, señora! No debería andar sola por las calles en una noche como la de hoy. Suba al coche -le indicó el hombre mientras abría el pestillo de la puerta del vehículo-. Puedo acercarla a su casa si quiere.

Con una rapidez y fuerza inusual, agarró al hombre por el cuello y, sacándolo del coche por la ventanilla, lo arrastró hacia un callejón lateral con suma facilidad. Cuando la figura de la joven apareció momentos después se relamía las comisuras de sus labios manchados de sangre mientras sus largos colmillos brillaban a la luz de la luna.