Nicolás, con sus escasos cuatro
años y medio, se calzó sus botas de lluvia azul marino y se ató su capa de
Superman. Se colocó su casco de montar en bicicleta con ambas manos. Embrazó su
escudo y agarró con fuerza su espada de plástico y, sentado en la cama, esperó
a que viniera el Hombre del Saco para derrotarlo como los valientes caballeros
de los cuentos que le leía su padre. Estaba decidido a vencerle hasta que,
finalmente, le venció el sueño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario