Finalmente, después de casi un siglo, un valeroso caballero
consiguió superar todas las adversidades que se le presentaron y llegar a la
torre en la cima del volcán, para liberar a la bella princesa que sería su
esposa. Para su sorpresa, lo único que encontró fue un esqueleto vestido con
ropajes de sedas blancas desgastados por el tiempo tumbado en una cama
carcomida y un basilisco muerto de hambre que debía vigilar a la princesa en su
encierro.
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